Como dueño de un negocio o cabeza de un equipo, es muy frecuente que tengamos que tomar decisiones para optimizar procesos o reducir costos. La mejor forma de hacerlo es revisarlo con la gente involucrada en dicho proceso y, entonces sí, poder evaluar la factibilidad o beneficio de lo que queremos implementar.
Lo malo es que muchas veces la gente que toma las decisiones lo hace desconociendo los procesos, y sin siquiera consultar a los directamente involucrados. Así, la implementación de medidas, lejos de ayudar, puede entorpecer o encarecer más los procesos y la operación.
“Poner tazas más chicas no significa que la gente vaya a tomar menos café”
Esto nos dijo a mi esposo y a mí la mesera de la cafetería donde desayunamos todos los sábados, cuando le hicimos por tercera vez la seña de que nos rellenara el café. En su afán de ahorrar, el dueño creyó que cambiando las tazas por estas de la mitad de tamaño, la gente tomaría menos café; pero si siguen ofreciendo rellenar la taza sin costo, esto no tiene sentido. “Lo que ha pasado es que ahora tenemos que correr más veces de mesa en mesa porque la gente está pidiendo más y más café, nos complicó más el trabajo”, nos dijo la mesera quejándose de su jefe.
Esto es un ejemplo de una decisión sencilla, en un negocio familiar cuya operación no debería ser tan compleja, pero donde el dueño ha mostrado su poquísima visión para implementar “mejoras” en sus procesos. Gastó en tazas nuevas, tiene inconformes a sus meseros y, aún peor, los comensales siguen tomando la misma cantidad de café.
La moraleja está muy fácil: habla con la gente que va a trabajar en la implementación de tus ideas, procesos y sistemas, antes de finalizarlos y tomar decisiones. No seas el jefe inconsciente o cerrado que impone medidas que sólo logran complicarle la vida a tu equipo sin generar ningún beneficio.
