Actualización de nota original publicada en agosto 2017
10 conclusiones que saco de mi experiencia universitaria
Estudié la Licenciatura en Comunicación en la Universidad Iberoamericana (“La Ibero”), en la Ciudad de México. Veo esos días como pequeños videos, como historias fragmentadas o pantallazos lejanos, aunque al mismo tiempo tengo muy frescas las memorias de esos días y, más importante, a la gente que esos días entró a mi vida.
En esta nota revivo los recuerdos, reflexiones y lecciones de vida que mejor representan y marcaron más mi paso por la universidad. Seguramente te sentirás identificado con alguno de ellos.
1) La experiencia de la universidad está lejos de lo que uno imaginó antes de entrar
Generalmente uno entra a la universidad sin expectativas muy claras, y la experiencia va tomando forma poco a poco. El paso por la universidad sigue, al paso de los años, revelándonos cosas. Uno no deja de recordar y reinterpretar cosas que aprendió en las aulas y fuera de ellas.
La universidad abre la mente y nos hace descubrir cosas de nosotros mismos que no conocíamos. Un libro, una clase, una película, muchas cosas pueden detonar ideas, inquietudes, emociones que uno no había experimentado. Nada más ilustrativo que decir que en la universidad conocí el internet. Por ahí de 1994 fue mi “cyber-bautizo” en el laboratorio de computación, donde conocí por primera vez lo que era navegar en un buscador (Altavista), y que podía buscar lo que yo quisiera. No me pudo volar más la cabeza.
2) El título universitario no te asegura un trabajo
Crudo para el recién egresado, pero es la realidad. Sin embargo, las conexiones, aptitudes y habilidades que uno hace durante esa época son las mejores herramientas para irse abriendo paso en el mercado laboral.
Mucho se ha discutido en los últimos años respecto a la falta de sintonía que hay entre las universidades y los mercados laborales. Efectivamente, hay una discrepancia enorme entre la realidad de las oportunidades profesionales y las generaciones que egresan de la universidad con una preparación que no necesariamente responde a la realidad del mercado.
3) Haces amistades que te acompañarán por el resto de la vida
Compartir todo tipo de aventuras, retos, metidas de pata, ilusiones, sinsabores, etc. crea las amistades para toda la vida. La distancia y el camino distinto que vamos tomando nos separa aparentemente, pero las verdaderas amistades se consolidan.
Incluso gracias a las redes sociales puede uno seguir en contacto con algunos maestros o con compañeros que no eran tan cercanos esos días.
4) La Universidad no te prepara para ciertas cosas imprescindibles en el trabajo
Uno cree que saldrá con su título bajo el brazo listo para conquistar el mundo. Y no. Al paso de los años va uno descubriendo muchas brechas de conocimiento y preparación que deseó haber adquirido en la universidad. Seguramente los planes de estudio se han modernizado desde la época en que yo estudié, y ya incorporan algunas cosas de esas que a mí me hicieron falta.
Voy a hablar en primera persona porque no puedo generalizar todos los planes de estudio. En mi caso, siento que me hizo mucha falta tener más preparación de emprendimiento y creación de oportunidades de negocio. Me hubiera gustado tener aprendizaje más práctico en ese sentido. Igualmente, sería ideal tener una preparación básica de finanzas personales y administración, independientemente de qué carrera estudie uno. Son habilidades que te sirven para todo lo que hagas en la vida.
5) El mejor estudiante no es el que saca las mejores calificaciones
En primaria, secundaria y preparatoria, el sistema educativo valora al estudiante única y exclusivamente bajo la medida de las calificaciones. El que saca las mejores notas es el mejor estudiante, el de calificaciones medianas es siempre tachado de mediocre o flojo.
En la universidad no digo que no importen las calificaciones (a fin de cuentas uno tiene que acreditar las materias para titularse), sino que uno comienza a ver cómo hay gente más hábil y más inteligente que no necesariamente tiene las mejores calificaciones. La gente empieza a destacar por su inteligencia emocional y por habilidades que no se evalúan con una nota de boleta. Son cualidades que más adelante determinan quién consigue los mejores trabajos o se vuelve mejor emprendedor.
6) La ingenuidad y el entusiasmo nos hace sentir que podemos con todo
La energía, adrenalina y “empuje salvaje” para hacer las cosas nos hace sentir invencibles. Todo lo encara uno con muchos huevos, punto. Cuando además, uno trabaja mientras estudia, no sé cómo alcanzan las horas del día (más las 2 horas de transporte, mínimo) para cumplir con todo. Pero se puede.
Más adelante nos volvemos más realistas y a veces nos cortamos las alas a nosotros mismos antes de empezar. Se vuelve uno mucho más cauteloso, menos arriesgado, más calculador. Al voltear atrás no se explica uno cómo pudo hacer tal o cual cosa cuando tenía 20 años.
7) La parte académica que uno se lleva es tan rica o tan pobre como uno decida
A veces se trata simplemente de pasar las materias, y otras de tomar una clase que te rete, que te abra la mente, que te mueva de tu zona. Los recursos están, son del que los quiera tomar.
Uno puede elegir un maestro que tiene fama de “perro” pero que da unas clases increíbles, o al maestro más “barco” que te hará un curso muy llevadero para cumplir con el currículum. Hay gente que nunca se para en la biblioteca ni aprovecha las conferencias, eventos y oportunidades que se presentan en la universidad, e igual egresa con su título. La decisión es de cada quien.
8) La universidad no significa el final de la educación
O al menos no debería, porque el que cree que el día que recibe el título ya aprendió todo lo que necesita, está muy equivocado. Si uno no toma en serio el compromiso de seguirse educando por diversos medios (desde la forma autodidacta hasta maestrías o doctorados), se queda muy, pero muy atrás.
Ahora gracias a todas las opciones que hay en línea, no hay pretexto para quedarse desactualizado.
9) Uno aprende a valerse por sí mismo
Sí, hay solidaridad de compañeros, amistades en las clases, etc, pero cuando uno estudia la universidad, le queda claro que nadie va a arreglarle la vida. Ni ir a hablar con algún maestro para negociar una extensión de fecha, o ir a solicitar una beca, o irse a su casa en transporte público si no tiene coche.
Hay gente que sale del cascarón antes de la universidad, y hay otros que cuando entran es cuando se cortan el cordón umbilical. En mi caso así fue.
10) A la vuelta de los años, uno siente que le faltó sacar mejor provecho
Como siempre, es muy fácil ver atrás y juzgar dónde nos faltó ser más decisivos, valientes u organizados. Yo hubiera querido leer más libros de esa inmensa biblioteca, ser más abierta para conocer más gente de la que conocí, hacer relaciones más estrechas con algunos maestros, haber tomado ciertas clases, etc. Pero ya pasó, y fue lo mejor que pudimos hacer con lo que éramos y teníamos en ese momento. Es parte de crecer.
Como su nombre lo dice, la universidad es para abrirnos la mente para la “universalidad”, para la vida.
No es tanto lo que uno aprende a nivel académico si no cómo logramos desarrollar nuestra mentalidad y despertar a una persona más completa, más lista para integrarse al mundo de los adultos.