El mundo del negocio propio es una montaña rusa de emociones, riesgos, satisfacciones, descalabros y, ante todo, de mucho aprendizaje.
Trabajar para una empresa o hacerlo para uno mismo son cosas muy distintas. He tenido la fortuna de probar ambos mundos, y en esta nota quiero compartir las cosas principales que me ha enseñado el trabajar por mi cuenta.
1.- Siempre somos vendedores
En el mundo corporativo se tienden a separar muy bien los departamentos: Marketing, Finanzas, Ventas, etc., todos tienen sus fronteras y sus objetivos. Cuando trabajamos para nosotros mismos -seamos freelancers o tengamos una empresa- siempre seremos vendedores. Es parte del ADN que tiene uno que ir reafirmando como independiente. Además del tipo de producto o servicio que ofrezcamos, parte medular de nuestro trabajo es saber venderlo. La venta no debe tener ninguna connotación negativa si se hace con estrategia y tacto, es simplemente tener claro nuestro mercado objetivo y aprovechar cada medio y forma posible para llegar a él.
2.- Te conviertes en tu jefe más estricto (o deberías)
Cuando trabajamos por nuestra cuenta, podría parecer que nos quitamos de encima el yugo del jefe, pero nada más lejos de la realidad. Si no te conviertes pronto en el jefe más estricto que hayas tenido y te pones las pilas al máximo, tu negocio va que vuela hacia el fracaso. Claro, como independientes tenemos la flexibilidad y la libertad sin tener el ojo inquisidor, pero uno mejor que nadie sabe todo el trabajo, tiempo y enfoque que hay que poner atrás de un proyecto o negocio propio. No hay atajos.
3.- Encontrar el balance entre planear y hacer
Si eres muy bueno investigando, ideando estrategias ambiciosas y haciendo planes astronómicos, ¡qué bien!, pero si nunca pones manos a la obra y ejecutas, de nada sirve tanta planeación. Vale más una persona en acción que vaya corrigiendo el rumbo sobre la marcha, que uno que tiene la ruta perfecta pero nunca pasa de la línea de salida. Me ha llevado tiempo ir perfeccionando esta parte, porque soy “planeadora” por naturaleza, pero eso es peligroso pasar demasiado tiempo planeando y postergar la acción. No hay que dar pasos a ciegas, pero tampoco frenarse por sentir que nunca estamos listos.
4.- Estar abierto a oportunidades permanentemente (sin caer en cualquier tentación)
El mundo del freelancer y del emprendedor está llenos de cambios y novedades. Si tenemos las antenas bien receptivas, podemos estar todo el tiempo detectando oportunidades potenciales y teniendo ideas de posibles negocios y proyectos. Sin embargo, el que se distrae en exceso con esas novedades (los famosos “new shiny objects” en inglés), cae en el riesgo de diluir el esfuerzo y el enfoque dedicados a lo que está trabajando. Hay que ir desarrollando olfato y ser selectivo. Aquí aplica el proverbio chino: “El cazador que acecha dos conejos, no atrapa ninguno”.
5.- El aprendizaje y la educación nunca terminan
Por más experto que sea uno en su industria, si se queda dormido en sus laureles, muy pronto lo dejarán atrás las nuevas generaciones u otros colegas contemporáneos más ágiles. No sólo las nuevas tecnologías cambian todos los días el mercado de cualquier industria, sino además la misma gente cambia; nuevos intereses, modas, necesidades, etc. A todo hay que estar atento para tener cómo responder y cristalizar nuevas oportunidades de negocio de la forma más ágil. Invierte continuamente en mantenerte actualizado, hay cursos de todo tipo de temas (de todos los precios y hasta gratuitos), simplemente haz una búsqueda en Google sobre los cursos, talleres o información que te interesa, y tendrás varias opciones. Busca también las publicaciones o fuentes de información relevantes de tu industria o temas que te interesan, y revísalas regularmente.
6.- Usar mis recursos estratégicamente
Cuando uno trabaja en una empresa da por sentadas muchas cosas, pero cuando todo sale de nuestro bolsillo, la cosa cambia. El papel de la impresora, la silla donde nos sentamos, el hospedaje del dominio de internet, los gastos de viaje, y un largo etcétera… uno se vuelve mucho más consciente y selectivo, y busca optimizar los recursos al máximo. Esto no quiere decir prescindir de cosas necesarias, pero hay que ser estratégico en cómo, cuándo y en qué invertir. Es primordial tener todas las herramientas y infraestructura de trabajo necesaria para poder mostrarnos “bien armados” de cara a los clientes y colegas, pero no hay que derrochar en cosas que no tengan beneficios claros y tangibles para nuestro desempeño y nuestro negocio.
7.- Tener las bases legales y financieras, sin importar tu tamaño
No por el hecho de no ser una corporación grande, quiere decir que no tengamos las bases legales y fiscales necesarias para nuestro negocio propio. Hay que asegurarse de hacer todo en regla desde el principio: una entidad legal de acuerdo a nuestra operación (persona física o moral, corporación, etc), y una coordinación minuciosa del aspecto financiero y de impuestos. Es importante asesorarse con un buen contador o asesor financiero para poder dormir tranquilos. Es más barato tener en orden estos aspectos desde el principio, que tener que estar arreglando las cosas conforme crece el negocio.
8.- Maneja un horario, ponte límites y respétalos
No hay duda que ser independiente implica muchísimo trabajo, pero tampoco quiere decir que tengamos que vivir trabajando de sol a sol. Todos necesitamos tiempo personal, para estar con nuestra familia y amigos, para hacer ejercicio, para tener pasatiempos o proyectos personales. Y sí, la vida del freelancer y del emprendedor exigen generalmente mucho más compromisos personales que exceden las horas convencionales de trabajo, pero es importante mantener un horario y respetarlo tanto como sea posible, por nuestra salud física y mental. Usa tu tiempo y tu enfoque de la mejor manera.
9.- Para conseguir resultados distintos, hay que trabajar de forma distinta
Cuando uno ha trabajado muchos años en el mundo corporativo, tiene ciertos hábitos de trabajo muy arraigados, casi inconscientes. El trabajo ahí tiene sus reglas, sus formas, su política, pero uno no puede pretender trabajar del mismo modo manejando un negocio propio, lo llevaríamos en picada rápidamente. En un negocio propio -especialmente en sus etapas iniciales- se necesita tener mucha agilidad para dar resultados rápidos, por lo que nuestra mentalidad y la forma de trabajar debe adaptarse a eso. Debemos tener una planeación meticulosa, con acciones concretas a corto, mediano y largo plazo, con gran agilidad en la toma de decisiones. Se deben asumir riesgos y desarrollar tolerancia a los resultados adversos, y también aprender a hacer revisiones de estrategia y dirección muy frecuentemente. Afinar la maquinaria -por pequeña que sea- al máximo detalle.
10.- El valor de las relaciones (networking)
En el mundo corporativo se da mucha importancia al cargo, a la posición que tiene la persona en la empresa. Si has tenido la fortuna de tener un cargo de nivel alto en una empresa, recordarás qué bien se siente cuando le entregas tu tarjeta de presentación a alguien, o cuando te anuncian como el Vice Presidente o el Director de tal o cual cosa. Sin embargo, cuando trabajas por tu cuenta -salvo que ya tengas un negocio muy posicionado- pasarás del trono al anonimato en un momento. La gente parece olvidar de un día para otro quién eres. Por eso, es importante que cultives, nutras y propicies las relaciones con gente valiosa que has conocido en tu vida corporativa, también con la que vas conociendo en el camino de tu vida independiente. La relación sincera entre profesionales que se aportan valor -e incluso amistad- mútuamente es invaluable. No te aísles.
11.- No aferrarse, dejar que fluyan las cosas
A veces uno tiene ideas muy fijas de lo que quiere conseguir, de proyectos o negocios que lleva casi tatuados en la piel. Pero suele suceder que, por mucho esfuerzo, inversión y tiempo que uno dedique a algo, por alguna razón no se consolida el resultado que buscamos. Hay que ser muy perseverante, sí, pero también hay que saber distinguir cuando un proyecto o negocio ya no tiene futuro. No es fácil, lleva mucho tiempo desarrollar esa capacidad de discernir, y cada caso es diferente. Pero a veces dejamos de ver oportunidades nuevas por estar tan aferrados a algo, eso es peligroso.
12.- Uno tiene derecho a “despedir al cliente”
Suena ilógico, porque todo el tiempo lo que buscamos es poder tener más y más clientes, crecer el negocio. Pero ojo, no por ser un freelancer o empresa pequeña, quiere decir que nos tengamos que aguantar cualquier cliente. Eso de que “el cliente siempre tiene la razón” tiene sus matices. Claro, el que tiene el billete en la mano tiene derechos y está pagando por un servicio o producto que debería cubrir -o incluso superar- sus expectativas. Pero cuando hay clientes que no tienen respeto por el tiempo y el trabajo de otros, tenemos todo el derecho a cortar la relación tan pronto sea posible. Es una relación bilateral, ojo. Por eso también es importante diversificar las fuentes de ingreso en un negocio, no depender tan fuertemente de un solo cliente. Esto nos compra seguridad y nos da la libertad de seguir expandiendo el negocio hacia donde queremos.