Tan positivo es contratar al coach adecuado como desastroso trabajar con el equivocado
A diferencia de profesiones tradicionales como la medicina, la ingeniería o la arquitectura, el mundo laboral de hoy está tan diversificado, que se ha abierto un espectro muy amplio para que todos podamos -en mayor o menor medida- ganarnos la vida de formas que no necesariamente implican un título universitario o certificación. Esto me parece perfecto, porque todos tenemos derecho a cambiar de profesión o especialidad las veces que nos dé la gana (y sin tener que volver a pasar por la universidad), pero hay que prepararse de la mejor manera para el servicio que vamos a ofrecer.
Coaching es una forma de desarrollo en la que el profesional que lo imparte trabaja con el cliente proporcionándole guia, consejo y entrenamiento para conseguir ciertos objetivos.
Así como no vas a ir a un dentista que no tiene las credenciales necesarias para hacerte esa endodoncia que necesitas, ni contratar un arquitecto para hacerte una casa si no tienes prueba de su trayectoria, tampoco deberías contratar el servicio de un profesional que se dice coach en su materia, simplemente porque se autodenomina así.
El asunto entonces es…
¿Cómo distinguir a un verdadero coach de un improvisado (o de un impostor)?
Te comparto las principales conclusiones a las que llegué en este tema, en lo que me ha tocado ver de cerca o incluso experimentar en carne propia:
Un profesional destacado en cierta especialidad no es automáticamente un coach
Así como no todos podemos ser maestros por el simple hecho de dominar una materia, un coach tampoco lo es, aunque conozca su tema a fondo. Además de tener un conocimiento profundo de su especialidad, el coach debe tener también una metodología específica para ejercer el coaching, así como la capacidad de manejar la psicología del cliente, conectar con él a nivel personal, generar confianza y tener mucha empatía.
El coach debe explicar a su cliente desde el día cero cómo será el proceso de trabajo, qué método usará, qué puede esperar a lo largo de cada etapa y, muy importante, qué resultados ofrece (si el cliente sigue el proceso, claro).
Un coach maneja el diálogo con su cliente de forma magistral, pareciera que le sabe leer la mente. Y es que su mismo nivel de práctica lo hace ser cada vez más intuitivo y hábil para hacer su trabajo.
Hay gente que fue súper exitosa en cierta área, pero tendrá que recorrer un buen kilometraje haciendo trabajo personal de asesor o consultor con clientes de forma individual o grupal, así como capacitarse en metodologías de coaching, para poder ofrecer sus servicios formalmente.
Un coach no puede ofrecer servicios en un área donde no ha sido exitoso él mismo
No es lo mismo la teoría que la práctica. No hay certificaciones que valgan si no se ha ejercido de forma consistente, ni websites maravillosos con fotos de gente triunfadora si el coach en cuestión no tiene experiencia tangible y comprobable en el área. No te dejes apantallar por esos anuncios en Facebook o sitios web deslumbrantes, verifica referencias y pregunta todo lo que necesites, no tengas pena.
Todos hemos visto al coach de negocios que dice tener los métodos para volverte empresario exitoso, pero no tiene la más mínima experiencia fundando y operando un negocio propio. O aquel coach de vida con un Instagram lleno de fotos increíbles con frases de éxito, con gente que destila felicidad por los poros y predica amor y positivismo a manos llenas, pero que su vida personal es un desastre. Y qué tal ese coach de finanzas personales que promete descubrirte los secretos de la independencia económica y de las acciones y bonos más redituables, pero descubres que vive al día y apenas paga su renta.
No es lo mismo un coach aspirante que un coach impostor
No tiene nada de malo ser aspirante a coach, porque todos tenemos derecho a cambiar de carrera o de industria y a reinventarnos en lo profesional, pero sí está mal querer saltarse las horas de práctica y vender sus servicios como algo que no es.
Esto pasa mucho con la gente que cambia de carrera o de industria. El arquitecto que una día toma un curso de finanzas personales y decide que es un buen nicho para lanzarse de coach. O la abogada que se queda sin trabajo y echa mano de dos o tres libros de motivación y desarrollo personal para lanzarse como coach de vida. No está mal el cambio de giro, lo que está mal es querer pilotear el avión cuando apenas nos subimos al simulador de vuelo dos veces.
Claro, para que un coach sea algún día un profesional experimentado y exitoso, tendrá que llevar atrás muchas horas de experiencia, de trabajo con clientes, de asesorías grupales e individuales, de probar metodologías, modelos de negocio, tanto en carne propia como a través de clientes. Y está bien que en ese camino pueda trabajar con gente que le ayude a ganar esa experiencia, mientras no se venda como algo que no es, u ostentando credenciales falsas.
Por eso digo que a uno se le quita lo aspirante o amateur cuando gana experiencia, pero al otro no se le quita lo impostor nunca.
La gente confunde el significado de la palabra coach con las de mentor o consultor
El coaching suele confundirse con la consultoría, pero su diferencia principal es que el coach lo que hace es cuestionarte, hacerte ver las cosas, llevarte a sacar conclusiones, indicarte caminos, abrirte panoramas, aconsejarte desde la voz de la experiencia; mientras que el consultor lo contratas para que ejecute tareas o servicios concretos para ti.
También podría confundirse el coaching con la mentoría, pero esta tiene un enfoque mucho más general, incluso menos tangible a corto plazo. El coaching se enfoca en objetivos y metas más específicos.
Cuando la gente confunde este tipo de servicios puede llevarse muchas decepciones, ya sea contratando a un coach y esperando cierto nivel de ejecución, o bien contratando un consultor y esperar que lleve de la mano por ese trabajo de diagnóstico, trazo de estrategias y planificación.
Por ejemplo, un coach de negocios podrá trabajar contigo para ayudarte a descubrir las áreas débiles en tu operación, las necesidades inminentes, los caminos para desarrollar tu negocio a un siguiente nivel; pero no se remangará la camisa para meterse en el corazón de tu empresa para ejecutar e implementar, para eso necesitarás contratar consultores, agencias o incluso empleados que harán el trabajo.
Cuidado con el coach adulador, súper “animador” o que promete la luna
No quiero decir que el coach tenga que ser rudo o maltratar a su cliente, pero hay que tener cuidado con esos personajes que sólo buscan endulzar el oido, adular y prometer la luna y las estrellas a sus clientes.
Aunque podrá enfatizar tus aspectos positivos, un buen coach te confrontará de forma constructiva, te retará y ayudará a hacer una radiografía del área que estás trabajando con él o ella, será honesto y claro, aunque no grosero. Igualmente, un coach será realista en las expectativas y resultados que te ofrece. Huye si te prometen cosas que suenan irreales. Hay gente muy poco profesional que lucra con las necesidades emocionales y profesionales de la gente, que saben muy bien cómo detectar.
El coach no debe pretender que ya tiene tu diagnóstico, sino llevarte a hacerlo tú mismo
Un coach que a la primera de cambios te dice que ya diagnosticó tu situación y que el camino que debes seguir es tal o cual, va por la direccion equivocada. Un buen coach debe saber que cada persona es distinta, que no hay manuales escritos en piedra, para cada persona se necesita un plan distinto. Aunque un coach tenga experiencia con gente de tu industria o sector, o con profesionales comparables contigo, no quiere decir que con eso puede tener tu radiografía completa.
Un coach capaz sabe que el proceso más enriquecedor para un cliente es precisamente ir descubriendo las cosas, ir sacando conclusiones con su asesoría pero por cuenta propia. Como quitando capas de una cebolla, e ir develando situaciones, necesidades, vicios, atinos, etc.
El mejor resultado es combinar el coaching con la capacitación o aprendizaje
El coach te va a indicar caminos, aconsejar, ayudarte a trazar mapas de ruta, pero no necesariamente te proporcionará el entrenamiento, la capacitación o el aprendizaje que necesitas (o que necesita tu equipo) para ejecutar y desarrollar. Para ello necesitarás tomar cursos, seguir tutoriales, llevar cierto entrenamiento o adquirir las habilidades que sean necesarias.
Hay clientes que emiten un mal juicio de su trabajo con un coach: “fulano no me sirvió de nada, todo sigue igual en mi empresa”, o “fulana me tomó el pelo, sigo siendo un desastre”. Y es que el coach no hace milagros, el coach indica caminos, arroja luz, ejercita nuestro juicio, nos abre perspectivas, y nos dirá también dónde tenemos que entrenarnos, mejorar ciertas capacidades, contratar tal servicio, etc. Si no hacemos caso o si no implementamos, no habrá coach que nos funcione.
Conclusión
Me parece perfecto que el mercado laboral en la actualidad esté abriendo espacios para cada vez más formas de ejercer nuestras especialidades. De la misma manera, debemos afinar nuestro criterio de selección y desarrollar un olfato para contratar profesionales en las áreas que nos hace falta.
Toma riesgos calculados y no te dejes deslumbrar por espejitos. Pregunta, pide referencias sin pena y no te sientas presionado nunca.
Si trabajas con un coach de cualquier especialidad, piensa que no sólo debe ayudarte a ti, sino a él o ella como profesional en seguir acumulando experiencia en su área. Establece una relación personal honesta, sincera y transparente.
Y si el coach (o aspirante) eres tú, lleva al pie de la letra aquello de que la práctica hace al maestro. Cada cliente te hará crecer en tu calidad y tu capacidad de coach.