Coches que se manejan solos, refrigeradores que compran lo que nos empieza a hacer falta, máquinas de reconocimiento facial, plataformas que recomiendan contenido afín a nuestros gustos e intereses, robots que realizan cirugías de corazón imposibles para el humano y así una lista interminables de cosas que las máquinas ya hacen por nosotros.
La verdad es que programar máquinas con un algoritmo para conocernos y hacer la vida más fácil suena tentador, pero el peligro con la inteligencia artificial es que nuestros deseos se pueden convertir en realidad, y si programamos las máquinas para hacer lo que queremos en lugar de lo que necesitamos el resultado puede ser desastroso.
Sea lo que sea la inteligencia artificial avanza, hay campos donde los resultados positivos son evidentes e irrefutables, pero hay otros donde los problemas aparecieron mucho antes de lo esperado. El ejemplo más representativo atañe a millones de personas en todo el mundo. Con el objetivo de maximizar el tiempo que los usuarios pasamos en redes sociales, los algoritmos que utilizan Facebook, Twitter y YouTube para sugerir el contenido que vemos en la pantalla tiende a radicalizarnos, nos empuja a los extremos limitando nuestra exposición a la pluralidad de ideas , y así, casi sin darse cuenta, quien empieza buscando videos con recetas veganas pocos días después termina odiando a los productores de carne y las granjas de camarón. El objetivo se cumple, pasamos mucho más tiempo en las redes sociales consumiendo contenido a modo y de manera alarmante debilitando nuestra capacidad de análisis. Probablemente los ingenieros que desarrollaron dichos algoritmos no tenían la intención de radicalizar a la humanidad, pero son humanos, y como sabemos, no son perfectos.
La inteligencia artificial es muy poderosa: como herramienta de transformación su aportación parece no tener límites, pero como instrumento de manipulación es también devastadora. El problema no es la herramienta, el problema es que lo humanos, muchas veces y más de las que deberíamos, no sabemos qué queremos, a dónde vamos ni quién somos. Y en un mundo así de torpe la inteligencia artificial acaba pagando los platos rotos.
Las 5 razones de la semana invitan a reflexionar sobre la inteligencia artificial, nuestra relación con ella, sus retos y oportunidades. Está aquí, es una realidad y seguramente vamos a convivir con ella por muchos años, si nos familiarizamos y aprendemos a aprovecharla la transformación puede ser asombrosa, siempre y cuando no olvidemos de que estamos hechos.
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