Gillian Lynne era considerada una niña problema. La pasó muy mal en la escuela, para ser sincero, terrible.
No podía poner atención, quedarse quieta o enfocarse en lo que le pedían los maestros. Preocupada porque su hija tuviera un trastorno, su mamá la llevó al médico. Estamos hablando de la década de los años 30, cuando el déficit de atención e hiperactividad no existía. Esa visita al doctor cambio radicalmente el curso de su vida.
Después de una pequeña charla el médico decidió seguir una corazonada. Pidió a todos los adultos salir del consultorio, prendió el radio y dejó a la pequeña Lynne sola. Mientras la música llenaba el espacio y los adultos lo abandonaban, Lynne comenzó a moverse con absoluta libertad, se sintió tan bien que subió al escritorio del doctor para seguir bailando.
El doctor, que la observaba a través de una ventana, sonrió y volteó a ver a la mamá para decirle: “No hay ningún problema con la niña, es una bailarina natural, llévala a clases de baile”. Esa receta poco usual para la época cambio la vida de Lynne. Cuando llegó a la escuela de danza, encontró un salón lleno de niños y adultos como ella, personas que tenían que moverse para pensar y expresarse.
Ningún problema con ser diferente
Podemos detener la historia aquí para valorar la increíble recomendación del doctor, pero lo que quiero hacer es destacar lo que no hizo, porque ahí se encuentra el secreto de esta historia. Lo que el doctor no hizo fue etiquetar a Lynne como niña difícil; no le pidió que se calmara ni intentó medicarla inmediatamente, como hubieran hecho casi todos los médicos.
La mayoría de los sistemas educativos y compañías de la iniciativa privada tratan a todas las personas de la misma manera. Mismas prestaciones, beneficios y sistemas de evaluación, sin considerar sus capacidades únicas. ¿Eficiente?, tal vez. ¿Eficaz?, para nada.
Lynne tuvo una vida llena de baile y éxitos. Bailó en el Royal Ballet y creó las coreografías de Cats y El Fantasma de la Ópera, dos de los musicales con más duración en la historia de Broadway.
Reconoce qué hace diferente a la gente; dales herramientas para moverse y expresarse libremente. Convierte a un estudiante en aprendiz, a un empleado en miembro del equipo y a un cliente tu promotor más apasionado. Muchas veces lo que la gente necesita es ir a clases de baile para moverse, y con sus movimientos hacer girar el mundo.
Este fin de semana vamos a descubrir qué nos hace diferentes, únicos e inconfundibles.
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