Según el tipo de trabajo, todos los profesionales nos vemos entre dos polos: pensadores (thinkers) y ejecutores (doers). Aprende a jugar en ambos lados.
En el ámbito laboral, existen dos grandes arquetipos en que los que todos podemos clasificarnos: pensadores y ejecutores (thinkers y doers, en inglés). Claro, no es tan literal ni tan blanco y negro, todos navegamos entre ese amplio espectro que se tiende entre uno y otro extremo. Sin embargo, hacia donde se incline más nuestra balanza determinará en qué tipo de trabajo podremos realizarnos mejor, y en qué papel somos el mejor jugador en la cancha.
Cuáles son las principales características de cada uno
(versión video)
Los pensadores (thinkers)
Son gente que tiene un pensamiento estratégico y creativo. Les gusta planear todo a detalle antes de entrar en acción. El pensador es curioso y abierto a nuevas ideas. Le gusta inventar y experimentar. Tiende a pensar a largo plazo y visualiza de forma clara cómo debe ser la evolución de un proyecto o negocio.
La parte negativa de este arquetipo es que el pensador se siente mucho más cómodo en la planificación y en la parte creativa, lo cual consciente o inconscientemente lo paraliza para evitar tomar riesgos, porque busca mantenerse en esa zona de confort. Lo maravillosas que pueden ser sus ideas y conceptos pueden verse estancados por no tener la inclinación natural de llevarlas a la implementación (o no tener el equipo disponible o capacitado para hacerlo).
Los ejecutores (doers)
Son aquellos que se sienten como pez en el agua entrando en acción, saltando de una tarea a otra sin tanto análisis o planeación detrás. El ejecutor es “echado para adelante”, persistente y buen trabajador. Su capacidad de ejecutar y utilizar de forma eficiente los procesos que conoce los hace muy buenos trabajadores.
La parte negativa de este arquetipo es que su tendencia natural a entrar en acción sin tanto análisis previo los hace caer en riesgos no calculados, de los cuales saldrán airosos según su capacidad y experiencia. También suele suceder que el ejecutor está tan enfocado en el detalle inmediato de las tácticas y las acciones, que puede perder en sentido o el rumbo que se le marcó. Incluso puede paralizarse esperando que se le marque dirección para poder avanzar, porque lo suyo no es tanto planificar y trazar estrategia sino implementar.
La magia de navegar entre ambos roles
Tiene un encanto poder jugar ambos papeles. Pasa en distintas épocas de la vida, según el trabajo que tengamos en turno, según el cliente o proyecto en que estemos trabajando, e incluso según la edad que tengamos.
En las empresas grandes, es muy común que los pensadores sean el CEO, los VPs, los directivos; aquellos que trazan los planes a nivel macro, los que diseñan estrategias con vista aérea. Y serán sus equipos los que lleven a cabo la labor de campo, los que entren en acción para implementar todo lo que conlleva cada proyecto.
En cambio, en el mundo del emprendimiento y el freelancing, es muy común que tengamos que usar ambos sombreros alternadamente, sobre todo porque en equipos muy compactos -o en caso de individuos- no contamos con el lujo de tener ambos roles tan separados en personas distintas. En ese contexto, uno mismo debe concebir, desarrollar y planificar los proyectos, mientras casi en simultáneo entra en acción ejecutando cada paso necesario para implementarlo.
El peligro de no saber jugar el papel que nos toca
Todos al principio de nuestra carrera seremos ejecutores. Estamos aprendiendo, adquiriendo las habilidades y el conocimiento necesario para desarrollar cierto trabajo y para crecer en determinada industria.
Con los años, uno va escalando y comienza a tener gente abajo, aquellos a los que delegar la ejecución de ciertas tareas. Es cuando uno debe aprender a ponerse en otros zapatos, a tener una visión más estratégica, a ver más el bosque en vez de los árboles. Así, podremos ir marcando el rumbo a los que nos siguen.
Eso es en el mundo ideal, pero a todos nos ha tocado un jefe o un líder de proyecto que es “micromanager”, es decir, que no asume su rol de pensador o thinker, y quiere intervenir en cada detalle de la ejecución. Es una pesadilla porque no dejan a su equipo desarrollar su trabajo, fiscalizan cada acción a nivel micro y, por ende, descuidan la visión macro de los proyectos. Están tratando de comandar un equipo sin dirección, lo cual es receta infalible para el desastre.
Mismo caso a la inversa, cuando alguien que debe ser ejecutor en un proyecto evita involucrarse en el detalle fino de las cosas. En vez de hacer el trabajo que le corresponde, está buscando marcar el rumbo y diseñando la estrategia. Puede tener las mejores intenciones, pero generalmente no será bien visto que quiera ponerse los zapatos ajenos (sobre todo cuando no hay otras manos para implementar lo que está dejando de hacer).
Conclusión
Podemos decir que los arquetipos del pensador (thinker) y el ejecutor (doer) son indispensables tanto a nivel colectivo como a nivel personal.
Para tener un negocio o proyecto exitoso, es tan necesaria la mentalidad y la dirección estratégica que marca un pensador, como lo es la capacidad de implementación de ejecutor.
De nada sirven las grandes ideas si no hay quien las lleve al terreno práctico.
A nivel colectivo, de empresa o de proyecto, es primordial tener esa planeación, creatividad y pensamiento estratégico respaldando la dirección que toman los proyectos, y éstos no saldrán adelante sin contar con las personas que los ejecuten óptimamente.
A nivel personal, se debe conseguir el equilibrio adecuado entre ambos lados. Un freelancer o profesional individual deberá tener grandes ideas, visión y pensamiento estratégico para planear sus emprendimientos o proyectos. Y al mismo tiempo, tener la capacidad de ejecutarlos, ya sea de forma directa o indirecta a través de colaboradores eventuales.
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