Brainstorming, la mejor idea que no resuelve nada.
Alex Osborn era el Don Draper de la vida real. BBDO, la agencia que fundó y encabezo con algunos vicios y buenas ideas, fue la inspiración detrás de la agencia ficticia Sterling Cooper en Mad Men, una de mis series favoritas de todos los tiempos. Esta serie debería verla todo emprendedor y creativo.
En la década de los años 30, Osborn inventó una práctica revolucionaria para fomentar la creatividad en la oficina. Su intención era generar muchas ideas para las campañas publicitarias de los clientes aprovechando la imaginación colectiva de los ejecutivos de la agencia.
Osborn bautizó su creación como lluvia de ideas o brainstorming, como se le conoce en inglés. La lluvia de ideas reúne a los miembros de un equipo en un solo lugar para resolver un problema creativo después de que se da la orden de pensar en ello. Cada pensamiento debería ataca el problema desde un punto de vista diferente, lo que a la larga debería nutrir el proceso y resultado.
Este concepto se hizo tan popular que rebasó el ambiente de la publicidad y llegó a todas las organizaciones e industrias. Hoy, es normal encontrar a muchos ejecutivos en sus elegantes salas de reunión comiendo botanas orgánicas, tomando cafés exóticos y destilando creatividad en una sesión de lluvia de ideas.
Pero la lluvia de ideas tiene un pequeño problemita: sencillamente no funciona.
Tomas Chamorro-Premuzic, psicólogo organizacional escribió en el Harvard Review: “Después de seis décadas de investigación científica independiente, hay muy poca evidencia de que la lluvia de ideas produce más o mejores ideas que las que produciría el mismo número de personas trabajando de forma independiente”. De hecho, una revisión meta-analítica, que combinó los resultados de investigaciones anteriores sobre lluvia de ideas, mostró que la lluvia de ideas socava la creatividad.
Entonces, hablando sin pelos en la lengua, resulta que la lluvia de ideas mata más buenas ideas de las que produce, ¡qué cosa!
Si aún no estás convencido de eso, te explico por qué. En una lluvia de ideas, unas cuantas personas dominan la conversación sin dejar espacio para que otros introduzcan su punto de vista. Además, en una sesión pública, por obvias razones nadie es anónimo. Las ideas tienen nombre y apellido, esto las convierte en un instrumento político dentro de la oficina. Las ideas son juzgadas en base a quien las dice, en lugar de juzgar sus posibilidades e innovación. Por si esto fuera poco, cuando alguien sabe que será juzgado por lo que diga, es más probable que no diga nada en lugar de expresar lo que piensa.
Pero bueno, ¿quién soy yo para liquidar una muy buena idea de Alex Osborn? ¡Nadie!, de hecho mi idea no es terminar con esta práctica, lo que quiero es adaptarla. Las 5 razones de hoy te ayudan a organizar una buena sesión de lluvia de ideas con estos sencillos pasos.
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