Cómo entender mejor nuestra capacidad de tomar decisiones ante las disyuntivas de todos los días
La fatiga de decisión es un fenómeno del que todos somos víctimas diariamente. Para explicar mejor en qué consiste, tomaré el ejemplo que da James Clear en su libro Atomic Habits (Hábitos atómicos):
La capacidad de tomar decisiones es como un músculo: cuando despertamos por las mañanas está fresco y lleno de fuerza, sin embargo, cada decisión que vamos tomando durante el día -por pequeña que sea- genera un desgaste mental. Esto ocasiona que la calidad de nuestras decisiones vaya bajando.
Es como cuando levantamos pesas, que después de varias repeticiones, nuestra resistencia y fuerza van disminuyendo. Es lógico, porque tanto nuestra fuerza física como nuestra energía mental son limitadas.
Parece mentira, pero decisiones minúsculas como decidir qué ropa vas a ponerte en la mañana, qué desayunar, qué ruta tomar al trabajo, a qué sitio ir a comer, y hasta qué película ver en Netflix, todo eso ocasiona que nuestra “cuota de toma de decisiones” vaya bajando y, cuando tengamos que tomar decisiones más relevantes, hagamos elecciones poco inteligentes, incluso irracionales. Eso es lo que se conoce como “fatiga de decisión”.
(versión video de esta nota)
Cómo nos afecta la fatiga de decisión
No es de extrañar que cuando tenemos un día de trabajo lleno de muchas decisiones a tomar -desde pequeñas hasta trascendentes-, de regreso a casa en vez de ir al gimnasio o de llegar a preparar una cena sana y rica, acabamos derribados en el sillón frente a la TV comiendo pizza o recalentado.
Otro ejemplo son las compras de impulso, que cuando nos enfrentamos a una saturación de opciones, optamos por comprar lo primero que se nos ponga en frente.
También a todos nos pasa que cuando tenemos que tomar decisiones importantes, ya esa en el trabajo en nuestra vida personal, preferimos hacerlo frescos por la mañana y no al final de la jornada cuando estamos saturados y lo único que queremos es descansar.
La fatiga de decisión no solo afecta nuestra capacidad de elección en cosas que podrían parecer intrascendentes, impacta negativamente en decisiones grandes y de importancia primordial si no se controla.
En forma crónica, la fatiga de desición se refleja en la negación a tomar decisiones; digamos que simplemente tiramos la toalla, consciente o inconscientemente. En esos casos, la gente decide dejar “que las cosas pasen solas” o se “vayan dando” sin que uno intervenga. Es decir, las circunstancias externas o terceras personas serán las que decidirán por nosotros.
5 recomendaciones para evitar la fatiga de decisión y mejorar la calidad de nuestras decisiones
La receta es dosificar de forma inteligente nuestra energía mental cada día, limitando al máximo las decisiones intrascendentes que solamente nos restarán enfoque. Suena simple pero tiene su complejidad, aunque una vez entendiendo el principio, con la práctica puedes ir perfeccionando su implementación en tu vida diaria.
1.- Planea tu día la noche anterior
Asumiendo que siempre habrá imprevistos y situaciones que nos presenten disyuntivas, es importante reducir al mínimo las decisiones cotidianas y repetitivas de cada día. Hay que automatizar las cosas que de antemano sabemos que tendremos que hacer, y evitar que se conviertan en decisiones nuevas cada momento.
Por ejemplo, es muy conocido el caso de personas como Mark Zuckerberg o el expresidente Obama, que tienen varias prendas repetidas para no tener que decidir qué ponerse cada mañana. Y lo mismo hacía Steve Jobs. Es evidente que la capacidad mental de estos personajes no era algo que querían desperdiciar en la elección de guardarropa, y claro que les importa poco cómo los pueda juzgar la gente sobre sus atuendos repetidos.
Así como la ropa de cada día, te recomiendo también planear tus menús de la semana (o al menos del día siguiente). Esto también ayuda mucho para evitar perder tiempo y energía mental en decidir cada día qué vas a comer o a cenar, y con más razón si tienes que elegir también para tu familia.
2.- Haz primero las cosas prioritarias
Cuando organizas tu día -al menos las prioridades- desde la tarde o noche anterior, en la mañana tu energía y enfoque van directo a atacar esas prioridades.
Trata de que al final de tu jornada laboral tengas claro cuáles son las cosas más importantes que debes hacer o avanzar para el día siguiente. Las reuniones o llamadas clave y los temas van a requerir tu máxima concentración deberás programarlos para las horas en las que tienes la mente más fresca y más energía, que seguramente será durante la mañana o bien en algún pico de enfoque que suelas tener por las tardes.
Evita al máximo trabajar en temas que demandan energía mental considerable en horas en las que ya no estás en tu máxima capacidad. Lo mismo en los temas personales, no dejes conversaciones importantes o decisiones trascendentes para cuando estás desgastado.
3.- Ten menos propósitos y adquiere más hábitos
¿A qué me refiero con esto? Cuando tenemos varios objetivos, propósitos o deseos que no tienen un plan de acción atado, el pronóstico no es muy alentador.
Si tienes metas aspiracionales como “quiero bajar 10 kilos”, “quiero conseguir un mejor trabajo”, “quiero empezar a hacer ejercicio” o “quiero viajar más” o “quiero empezar tal proyecto”, y las dejas a merced de tu fuerza de voluntad, seguirán siendo deseos para siempre.
Hay que facilitarnos el camino y tratar de automatizar las pequeñas acciones que nos llevarán a subir escalones para alcanzar esos objetivos. No desgastes tu ancho de banda mental innecesariamente y dale un descanso a tu mente con ayuda de tu piloto automático.
Si es importante para ti bajar de peso, haz un plan de nutrición y planea tus menús anticipadamente. Que no te veas a la 1 o 2 de la tarde decidiendo a dónde ir a comer o qué comida ordenar, porque ya sabes dónde acabará tu dieta. Igualmente, si haces ejercicio por las mañanas, prepara tu ropa de ejercicio en la noche y tenla junto a tu cama, para que al despertar no tengas sino que brincar a ella sin pensarlo. O toma tu calendario y comprométete a una fecha para empezar ese proyecto que tanto has pospuesto; programa en tu agenda las pequeñas acciones que deben suceder en el camino. Sé firme contigo mismo y cúmplelo.
Las cosas no se acomodan por sí solas. No despertarás un día más delgado, sentado en una mejor oficina o a bordo de un avión rumbo a tu vacación soñada, si no planeas esas acciones a consciencia.
4.- Simplifica tu vida
Es curioso, pero nos gusta sentirnos indispensables y correr a salvar el mundo al menor grito de auxilio. Así, nos vamos echando encima compromisos y deberes que vamos asumiendo como obligaciones. Sucede tanto en el trabajo como en nuestra vida personal.
A todos nos ha pasado que acabamos haciendo en la oficina ciertas cosas que no sabemos de dónde o cuándo nos cayeron. O que un día hicimos un favor a un cliente y sin querer se convirtió en un deber desde entonces. También en situaciones con amigos o familia, sucede que vamos adquiriendo rutinas o actividades que no tienen un por qué real, o que bien podrían simplificarse.
No te compliques más de lo necesario. Antes de hacer las cosas en tu trabajo o en tu casa, analiza constantemente qué puedes eliminar del camino o al menos simplificar. Quítate compromisos innecesarios y deshazte de decisiones diarias que se acumulan por inercia.
Ante la duda, pregunta a la gente involucrada. Si por alguna razón, esa tarea o actividad debe seguir haciéndose, busca la manera de simplificarla, reducirla, delegarla o automatizarla.
5.- Las mejores decisiones no se hacen con el estómago vacío
No quiero decir que haya que pasar por la cocina o la cafetería antes de cualquier decisión importante (porque el estómago saturado tampoco es buen aliado), pero es una realidad que el cerebro necesita energía para operar, y esa energía viene del combustible de calidad que le damos a nuestro cuerpo.
Cada quien tiene sus preferencias y recomendaciones, lo que es un hecho es que antes de salir de tu casa es primordial que desayunes, que tengas al menos la cantidad necesaria de nutrientes para que tu cerebro opere como debe. Los carbohidratos refinados podrían darte la sensación instantánea de satisfacción, pero esas donas o muffins azucarados con café sólo te darán un pico de energía momentánea, pero muy pronto vas sentir un bajón notable. Sobra decir que saltarse el desayuno o la comida es lo menos recomendable. No quieres estar ante la toma de decisiones importantes con hambre o con hipoglucemia (baja de azúcar).
Trata de tomar un desayuno y una comida balanceados incluyendo proteínas y carbohidratos no procesados, estarás satisfecho por más tiempo y no tendrás esos sube y baja de energía. Así, además de poder tomar mejores decisiones, cuando llegue la hora de la cena no estarás como náufrago queriendo acabar con todo sobre la mesa.

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La vida nos presenta disyuntivas todos los días. Aprende a conocer mejor cómo funciona tu mente. Ayúdale a tu cerebro a dosificar la energía de la mejor manera evitando el desgaste en cosas cotidianas, mecánicas o intrascendentes. Así, cuando tengas que tomar decisiones importantes, tendrás todo el enfoque y energía necesarios.