Pocas cosas se sienten tan amenazantes cuando eres adulto como el estrés de sentirte que te estás quedando atrás. La vida adulta es como un motor de ocho cilindros que devora combustible de manera indiscriminada.
Se necesita mucho tiempo, dinero y energía para mantener la marcha y estar, por lo menos, al nivel de la mayoría. No es raro hablar con alguien y descubrir que hace mucho tiempo no se divierte, que siente que las cosas van demasiado rápido, que no puede mantener el paso y que prefiere regresar a la época de del teléfono convencional y tirar a la basura los grupos de WhatsApp, Telegram y demás parafernalia tecnológica.
Perdón, soy yo otra vez con las malas noticias, pero tengo que decirte que las cosas no van a cambiar. El ritmo de vida no va a disminuir, lo que se espera de ti seguirá aumentando, y la cantidad de compromisos y opciones se seguirán apilando. No, trabajar más duro no va a evitar el caos ni te volverá la sonrisa a la cara.
Yo sugiero asumirte como un estudiante de filosofía y leer – o por lo menos decir que leíste – a Epicuro, este filósofo griego debería ser nuestro consejero de cabecera. Epicuro decía que la vida no tiene que ser pesada ni aburrida, la vida se trata del placer, y para disfrutarla te tienes que relajar y sentir bien cuando lo haces.
Para dar un poco de orden a todo esto y no salirnos de cauce, te recuerdo los tres tipos de placer que describió Epicuro: los necesarios, los extravagantes y los corrosivos. Los dos primeros son fáciles de conseguir. Un placer necesario es comer, si lo haces en lugares de súper lujo, se convierte en un placer extravagante.
Hasta aquí todo bien, los placeres no tienen que causarte daño ni convertirse en la base de tu vida. Ese es el problema de los placeres corrosivos, que no tienen límite y si los persigues te conviertes en su esclavo. La riqueza, el poder, la fama y belleza son ejemplos de este tipo de placer. No tengo que decirte que son malos, ¿correcto?. Estos placeres no tienen límite, nunca se gana de verdad y por eso hacen tanto daño.
Así que sin buscar placeres infinitos, de vez en cuando haz algo que te guste mucho por el puro placer de hacerlo. Date ese permiso, y si alguien pregunta qué estás haciendo, puedes decirle que es parte de tu rutina de desarrollo profesional. O si quieres ayudarlo, repítele las palabras de Epicuro, recuérdale que no tienes por qué conseguir o mejorar todo de inmediato, que la vida se trata del placer y que vivir es lo que estás haciendo en ese momento.
A la larga, vivir a tu ritmo, bajar la velocidad, disfrutar de las cosas que te gustan y sentirte contento es mucho más eficiente y enriquecedor para tu vida personal y profesional. Así que sé feliz, sin esforzarte tanto en hacer todas las cosas que dicen tienes que hacer.
Las 5 razones de la semana sugieren 5 maneras de alcanzar la felicidad y disfrutar las cosas que generan más placer.
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