Vivimos un mundo de opciones ilimitadas. Existen un sin fin de lugares para vivir y trabajar, carreras para estudiar, oficios por realizar, personas por conocer y parejas para asociarnos.
Somos casi 8 mil millones de personas en el planeta, y gracias a internet es más fácil que nunca conectar y conocer a personas en cualquier parte del mundo. Son muchísimos posibles compañeros, amigos, socios y competidores. Esto hace que la vida y el trabajo sean completamente diferentes.
Pero sin una esfera de cristal (o una hoja de cálculo con datos duros) con los pros y contras de cada decisión que tienes que tomar, ¿cómo decides qué carrera deberías seguir, dónde tienes que trabajar o incluso con quién te tienes que casar?
Para mí es muy sencillo: si no estoy 100% seguro de una decisión, no pierdo el tiempo, la respuesta es NO.
Decir “no”
El cerebro humano no está diseñado para funcionar a su máxima capacidad en situaciones donde tiene muchas opciones. No es culpa mía, es cosa de la evolución.
Nuestros antepasados crecieron en tribus pequeñas donde una constante era la escasez. Encontrar alimento, refugio o incluso pareja no era cuestión de seguir una pasión, como se recomienda hoy en día, en aquel momento era una cuestión de disponibilidad.
El trabajo no tenía nada que ver con los intereses o valores, básicamente se trataba de encontrar comida suficiente para vivir otro día, para cubrir una necesidad. Este legado evolutivo choca por completo con el mundo en que vivimos, y eso es un problema. Porque cuando se trata de grandes decisiones que pueden marcar el destino de la vida, es fácil quedarse atrapado en el laberinto de opciones que tenemos enfrente.
Nadie conoce el futuro ni tiene certeza de lo que va a pasar. Nadie quiere equivocarse y tener consecuencias a largo plazo. Por eso, cuando se tiene que decidir algo que parece trascendental, vale la pena aplicar una formula sencilla: si no sientes el estómago vacío, ni se te enchina la piel o te sudan las manos, y quieres hacerlo por sobre todas las cosas, la respuesta es NO.
Las decisiones son importantes, pero más importante es lo que hagas exactamente después de decidir. Si algo sale bien, tiene más que ver con las acciones que se tomaron que con la decisión en sí misma. A fin de cuentas, las opciones son infinitas, pero el éxito es limitado y exclusivo para unos cuantos.
Vivir de prisa y decidir al vuelo puede ser emocionante (y algunas veces lo correcto), pero siempre es mejor concentrarte en las acciones detrás de cada decisión. Y si por algo se te escapó una buena oportunidad, no hay problema, seguramente ya viene otra detrás.
Este fin de semana vamos a ver 5 pasos para decidir de manera positiva, incluso cuando dices NO.
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