Pasamos gran parte de la vida reprimiendo emociones negativas; escondemos el miedo, la tristeza y frustración para dejar ver únicamente lo bueno. El problema es que, cuando se esconden las emociones negativas, no desaparecen.
Pensé en esta idea mientras leía por tercera vez “Padre Rico, Padre Pobre” de Robert Kiyosaki. Esta vez me atrapó una historia que antes había pasado desapercibida:
Después de trabajar 3 semanas para su “padre rico” y ganar 10 centavos de dólar por cada hora, Robert pensó que tenía que renunciar. Sentía que había sido explotado y que no estaba aprendiendo nada. Se envalentonó y fue directo al grano. Su padre rico tenía mucha experiencia, sabía que este momento llegaría, así que estaba listo, y le dijo: “Entonces, si no te pago más, vas a renunciar porque estás mal pagado y no estás aprendiendo nada, ¿verdad?”.
“Pues sí, soy apenas un niño de 9 años, pero no puede abusar de mí, y además no está cumpliendo con su parte del trato, no me está enseñando a hacerme rico. Además, desde que empecé a trabajar no he hablado con usted”, le respondió Robert. El padre, tajante, rebatió el punto: “Tú crees que ir a clases o a una conferencia es aprender, pero no, la vida enseña más. Si vienes por un aumento de sueldo es porque quieres trabajar por dinero, y la gente rica no trabaja por dinero, la gente rica hace que el dinero trabaje para ellos. Si quieres aprender, vuelve al trabajo, pero ahora no te voy a pagar nada”.
Robert regresó al trabajo. Ya no estaba enojado a pesar de haber perdido los 10 centavos que ganaba. Algo dijo su padre que le hizo ver las cosas de otra manera, porque ahora estaba motivado, tanto que la frustración de trabajar sin sueldo lo empujó a buscar oportunidades de negocio para recuperar lo que había perdido. En un par de días después vio una oportunidad y empezó un negocio que le haría ganar mucho más.
Es inevitable tener experiencias malas y emociones negativas. Podemos fingir que nunca tenemos un día amargo, pensar que la vida sucede como en Instagram y guardar lo malo que nos pasa, pero en el fondo ni lo solucionamos ni lo aprovechamos. Por el contrario, si lo reconocemos, confrontamos y procesamos, podemos utilizarlo a nuestro favor.
Las cosas amargas pueden ser el origen de una idea creativa, un llamado de atención para corregir la dirección o la conexión con una parte de nosotros que estábamos ignorando. Para estar completos, todos tenemos que vivir y sentir cosas buenas y malas, cómo las utilizamos es lo que nos hace diferentes, inconfundibles.
Esta semana, compartimos 5 ideas para utilizar una mala experiencia en el trabajo y aprender de ella.
|