Llegar 3 horas antes al aeropuerto, pasar seguridad y caminar largos pasillos para llegar a la sala de espera, eso sin contar la frustración de la comida del fast food; viajar en avión es una monserga.
¡Qué va!, piénsalo bien. Cuando vuelas, todo lo que haces es sentarte sin hacer nada. Si quieres comida, aprietas un botón y alguien te asiste. Si tienes un poco de suerte y vas en asiento de ventana, experimentas lo que significa atravesar las nubes; puedes ver ciudades, montañas, valles, desiertos, mares y muchas veces relámpagos a la distancia. A tus pies el espectáculo que significa el planeta tierra.
Si te has preparado un poco, puedes leer un libro, escuchar música, ver películas, documentales o simplemente reflexionar sobre la vida. Cuando volaba por trabajo, pensaba que viajar era agotador, hasta que cambié las historias que yo mismo me contaba. Por supuesto que todavía hay cosas incómodas de viajar, pero ya no me fijo en eso, no condiciono mi pensamiento y estoy abierto a experimentar, para disfrutar a pesar de lo que sea.
Nuestra vocecita interior es muy poderosa y tiene mucha influencia en nuestros resultados. Si piensas que todo tiene que ser perfecto, estás destinado a padecer en cualquier experiencia. Si piensas que todo va a salir mal, que las cosas van de mal en peor o que ya no hay para dónde hacerse, vivirás muchas experiencias malas en la vida. Por el contrario, si buscas las cosas buenas y te atreves a pensar fuera de la caja, puedes generar muchas oportunidades para pasarlo bien y crecer.
Si los mensajes que escuchas no te amplían las oportunidades, deja de oír esas vocecitas y grítate a ti mismo que no tienes que ser perfecto. Lo que tienes que hacer es intentarlo muchas veces, corregir cuando sea necesario, cambiar de estrategia o calibrar los objetivos para conseguir lo que necesitas.
En las 5 razones de la semana, comparto 5 motivos para pensar de manera positiva…
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