Me estoy preparando para manejar de Miami a Orlando en los días de Navidad. Es un viaje de unas 4 horas y casi todo en línea recta. Perdón por lo que voy a decir, pero en su mayor parte el viaje es feo y aburrido.
La propuesta arquitectónica más común a lo largo de las 4 horas es lo que se conoce como el strip mall, básicamente un hilera de tiendas y restaurantes de cadena, anclados a una gasolinera y con un estacionamiento enorme. No importa en qué lugar estés, cuando ves uno ya los has visto todos, son prácticamente una reproducción idéntica. Ninguno tiene encanto, carácter ni belleza.
Tantos años de historia del arte y arquitectura, que uno no puede dejar de pensar cómo diablos llegamos a esto. El strip mall es una alabanza a la rentabilidad, su valor tiene que ver con aprovechar al máximo cada centímetro que se construye. Gastar poco, construir mucho y ofrecer el mismo servicio en todas partes.
La belleza en la arquitectura -como el valor de muchas de nuestras habilidades- no se puede medir de manera exacta. No se puede medir si eres más o menos creativo dependiendo de la cantidad de ideas que tienes. No podemos ponerle precio a nuestras habilidades como la empatía, la resiliencia o la adaptabilidad. Son habilidades blandas que nadie ha podido cuantificar exactamente y, en consecuencia, parecen opuestas a la rentabilidad de lo que se puede medir y reproducir muchas veces.
Si pretendemos que todo el mundo tenga las mismas habilidades que se pueden medir y evaluar, vamos a terminar con profesionales aburridos y feos como los strip malls de Florida.
No dejes que te roben la individualidad. No pongas atención únicamente a las cosas que todo el mundo mide, atrévete a ser diferente. A menudo la belleza nace de ser diferente a los demás. A lo largo de la historia, las cosas bellas y diferentes tienen mucho valor y marcan la diferencia.
Este fin de semana vamos a tomarlo ligero, pero no a la ligera. Vamos fomentar nuestra individualidad y belleza con 5 historias llenas de consejos.
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