Podría pensarse que el título de esta nota contradice prácticamente todo lo que escribo en torno a la productividad, eficiencia personal y organización. Pero no es así, digamos que es un ángulo distinto de ver las cosas.
El contenido que publicamos generalmente apunta a cómo ser más productivo y eficiente, organizar mejor nuestro tiempo, hacer mejor uso de nuestro tiempo y energía, etc. Pero la realidad es que no podría existir esa productividad a la que aspiramos si no existe un balance entre eficiencia y tiempo “no productivo”, de lo cual no se escribe tanto, porque en eso de “perder el tiempo” somos todos expertos.
En este tiempo complejo que estamos atravesando, el reto de ser productivos puede tomar muchas formas, es distinto para cada quien. La realidad es que no siempre lograremos ser productivos, y aún así todo podrá funcionar, todo podrá seguir adelante.
El mejor ejemplo es cuando comenzó la pandemia en marzo 2020. Aunque al principio todos tratamos de apegarnos al máximo a nuestras rutinas de trabajo y personales, la verdad es que no era posible, simplemente porque no estábamos en una situación normal. Para todos fue diferente, pero lo que sí podemos decir es que para todos cambió por completo la dinámica de nuestra vida.
Por eso pensé…
¿Se puede ser productivo sin obsesionarse con exprimir cada minuto del día?
(versión video de esta nota)
En los meses de inicio de la pandemia leí un artículo del New York Times titulado “Stop Trying to be Productive” (Deja de tratar de ser productivo), que reflejaba justamente esas inquietudes que yo empezaba a atravesar y en las que he reflexionado mucho, no sólo por en mi situación, también por las charlas que he tenido con amigos, colegas y familia.
Por un lado, las necesidades del trabajo, que para mucha gente resultó más demandante de lo esperado (o al menos, más desordenado y caótico sobre todo al principio). Por otro, mucha gente con hijos se enfrentó a los retos de hacer “escuela remota”, que prácticamente se requiere un padre o madre de tiempo completo para guiar al crío en sus video llamadas, tareas y demás actividades escolares a distancia. No menos demandante en tiempo, el organizar comida y mantener la limpieza de la casa.
Por si fuera poco, las redes sociales y medios en general se desbordaron en ofertas de actividades, productos y servicios en los que podemos invertir nuestro tiempo. Desde conciertos online, clases de yoga, webinars con coaches de cualquier especialidad, clases de cocina, charlas con artistas, etc.
Yo no tengo hijos, pero después de unos cuantos días en medio de la carga de trabajo habitual, de las labores de casa (que afortunadamente comparto), de la oleada de noticias tendenciosas y alarmantes, y salpicado por la cascada de contenido y “oportunidades únicas” ofrecidas en internet, lo único que me apetecía era desconectarme de todo. Lo único que quería era parar en seco, dedicarme a pensar, a generar ideas, a escribir, a reflexionar, a estar en silencio.
La realidad es que nos hemos visto muy presionados. El mundo, nuestra familia, nuestros jefes, nuestros clientes, nuestros vecinos, todos esperan mucho de nosotros. Incluso nosotros mismos hemos subido muy alta la barra para medir lo que debemos dar. Pero no siempre se puede, y está bien. La presión que nos imponemos o que permitimos que nos impongan puede ser contraproducente.
Si hoy tienes que conectarte a 4 conferencias, preparar dos reportes y enviar una propuesta, no te comprometas a cocinar ese pollo al horno que tanto le gusta a tu hijo. O si hoy tienes que resolver un tema prioritario en tu familia, deberás negociar con tu jefe o clientes ciertos plazos de entrega. No eres superman ni la mujer maravilla, ni te autoimpongas la presión de serlo.
Trazando fronteras, alineando prioridades y ajustando expectativas
Es importante también que traces fronteras, aún en estas situaciones en donde todo lo hacemos dentro del mismo espacio físico. No sigas trabajando hasta la media noche, sólo porque tienes ahí la computadora, pero tampoco te acuestes dos horas a media tarde a ver Netflix justificando que te hace falta un respiro.
Tenemos que alinear nuestras prioridades para, en consecuencia, ajustar las expectativas. Es ideal ser eficiente, es genial ser productivo, pero hay que entender que eso no puede suceder el 100% de nuestro tiempo. Es un equilibrio. Para ser productivo hay que ser otras veces “improductivo”, hay que conocer el contraste y vivirlo. Tener ese balance nos va a ayudar a enfocarnos cuando en verdad lo necesitamos.
El afán de optimizar cada minuto y de exprimir el día para conseguir hacer lo más posible no es siempre factible, se puede conseguir la eficiencia y la productividad necesarias viendo las cosas de un modo más cualitativo que cuantitativo.
Mi meta es un nuevo modo de productividad
Mi objetivo es lograr generar más y crear más en menor tiempo. Me alegra y me entusiasma pensar que la situación que nos llevó a un cambio forzoso en nuestro modo de trabajar fue un regalo valiosísimo para crear nuevas formas de balancear nuestra vida, para descubrir otras maneras de hacer las cosas, de funcionar, de no sólo sobrellevar o sobrevivir, sino resurgir.
Hay que cuestionarnos hasta dónde necesitamos ejercer tanta presión sobre nosotros mismos o en nuestra familia y equipo de trabajo, o incluso el modo de ejercer esa presión. Podemos conseguir ser más productivos siendo más introspectivos y analíticos con las verdaderas necesidades y prioridades del día a día. También podemos conseguir más de la gente que trabaja con o para nosotros mediante esquemas de trabajo más flexibles que den más autonomía pero que a la vez brinden más responsabilidad a la gente. Podemos ser más eficientes usando más la inteligencia emocional.
Pienso que como sociedad estamos en una transición para encontrar nuevas formas de productividad, de creatividad y de eficiencia que van más allá de las que había probado antes. Me entusiasma mucho vivirlo e ir viviendo los resultados.