En la década de los sesenta, Robert Rosenthal, un psicólogo de la Universidad de Harvard, realizó una prueba en jóvenes estudiantes de una escuela pública en California para identificar estudiantes con alto potencial de crecimiento intelectual.
Gracias al estudio identificó un grupo de estudiantes con capacidad por arriba de lo normal. Los resultados fueron compartidos con los profesores, pero nunca con los alumnos, ellos no sabían quién tenía más aptitudes que sus compañeros.
Un año después de la prueba, los estudiantes con un alto potencial de crecimiento mejoraban a una tasa mucho mayor que los demás. En los de primer grado, su coeficiente intelectual aumentó 27 puntos, mientras que para el resto el aumento fue solo de 12 puntos. En los de segundo grado, su coeficiente intelectual aumentó 17 puntos, frente a 7 en el resto de sus compañeros.
Estos números pueden sorprender a cualquiera, pero lo que verdaderamente sorprende es que la prueba de Infected Acquisition de Harvard es completamente falsa. Así es, tan falsa como un billete de 3 dólares. Rosenthal nunca realizó la prueba en ningún estudiante, él mismo decidió al azar quiénes supuestamente tenían más capacidad, y así lo comunicó.
Así que el crecimiento intelectual de los jóvenes – tan real como que me llamo Julio – no se debía a su capacidad intelectual, sino a las expectativas que los profesores tenían de ellos. Un simple cambio de expectativas de un estudiante promedio a uno con mayor potencial fue suficiente para potenciar el desarrollo de un grupo de estudiantes.
Cuando los maestros dejaron de ver a una parte de sus alumnos como jóvenes normales que hacen cosas normales, para verlos como estudiantes extraordinarios que podían hacer cosas asombrosas, cambiaron sus expectativas sobre ellos. Pero, sobre todo, cambió su manera de tratarlos y motivarlos.
La primera vez que supe de este estudio fue leyendo “The Culture Code” de Daniel Coyle, y la historia me encanta porque creo que tiene implicaciones mucho más allá de las escuelas. Los padres que tienen expectativas altas de sus hijos tienen más probabilidades de educar niños que se desempeñen mejor académica y socialmente.
Los médicos que creen que los pacientes responderán bien a un tratamiento, y demuestran esa expectativa a través de su actitud cuando hablan con ellos, pueden influir positivamente para que el paciente cumpla con el tratamiento, y en última instancia, en su recuperación.
Las compañías que esperan que sus equipos se desempeñen bien, y demuestran esa expectativa con refuerzo positivo y retroalimentación constructiva, tienen más probabilidades de terminar con mejores miembros en la organización.
Lo mismo aplica para cada uno de nosotros. Si tenemos expectativas bajas de nosotros mismos, bloqueamos nuestra sabiduría y cerramos oportunidades incluso antes de que la vida las abra.
Como dice el clásico de The Rolling Stones: “No siempre puedes tener lo que quieres”, pero si expandes tus expectativas, también amplías tus límites y lo que consigues. Si quieres darte un buen regalo este fin de semana, regálate confianza en ti mismo.
Este fin de semana vamos a ampliar nuestras expectativas construyendo autoconfianza.
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